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La artista cochabambina Alejandra Alarcón, radicada en México,
Sangre y leche fluyen
en acuarela
La artista cochabambina Alejandra Alarcón, radicada en México,
presenta una muestra que incluye acuarela, objeto y video
en el
Museo Nacional de Arte, en un trabajo que reflexiona sobre
la feminidad
La Razón (Edición Impresa) / Miguel Vargas Saldías
07:00 / 15 de agosto de 2018
La fuerza de su trabajo radica en el manejo
de la sutileza. La acuarela —técnica que juega con las transparencias, el
dominio de la gota y los colores sobrepuestos, asociada generalmente a los
paisajistas y a la ilustración— se ha convertido en sus manos en una potente
herramienta para explorar y explotar el universo femenino, el de los fluidos
vitales que no sabe de límites y márgenes, al igual que la misma acuarela.
Alejandra Alarcón (4 de julio de 1976) es
cochabambina y radica en México, donde se decidió por seguir la vocación: fue a
estudiar una maestría en Sociología y terminó estudiando las artes visuales. A fines de julio
llegó al Museo Nacional de Arte (MNA) de La Paz por una invitación para la
celebración de La Paz, Capital Iberoamericana de la Cultura para el montaje de
su muestra Los libros de la sangre y de la leche, que se inauguró el viernes 27
de julio en la sala Taypi Qhatu, que se abre generosamente en plena calle
Comercio, casi Yanacocha, sin letreros, como una invitación a explorar.
Días antes de la apertura, la gente entra a
curiosear durante el montaje y los funcionarios del repositorio explican que
todavía falta, que se pasen desde el viernes de inauguración. La artista sonríe
y agradece el interés. “Me encanta estar en esta sala, es como estar en la calle,
tienes contacto directo con la gente”, comenta sonriente, con voz dulce y
sutil.
La sala está dividida en dos partes: a la
izquierda están las obras del Libro de la sangre, en gran formato, con la
presencia del rojo en prácticamente todas las obras. A la derecha está el Libro
de la leche, con piezas de pequeño formato, muy íntimas; son más de 20 piezas
las de la colección original recopilada en un libro, en la exposición en el MNA
está solo una parte.
“Esta muestra es parte de una trilogía
dedicada a la identidad relacionada con los fluidos; por eso la leche, por eso
la sangre. Se liga el concepto del fluido con la técnica de la acuarela, que es
mojada, que no respeta límites. Un tercer elemento a considerar: son líquidos
femeninos”.
Si bien la sangre es común en animales y humanos,
el primer libro se refiere al fluido femenino: a la menstruación, a la pérdida
o no de la virginidad, a la gestación y a la decisión de no gestar. “Las obras
hablan de la relación que existe entre la sangre y la naturaleza, como algo
cíclico y unido, hablando de la pérdida, como algo que a veces no se decide
voluntariamente, sino que depende de la naturaleza”.
Los mitos están presentes en la obra de la
artista, que en 2007 presentaba a una Caperucita Roja que seducía al lobo
feroz, al lado animal, lo absorbía, le quitaba la piel y se vestía con él. El
pelo y lo íntimo servían para reinventar los cuentos de hada, a Caperucita
Roja, a Blanca Nieves y a Rapunzel. Sapos cosidos y desbaratados, medias
infecciosas y pulpos sangrientos han recorrido su obra con camas incendiadas.
En la nueva propuesta, los planteamientos
se hacen más sutiles y complejos, con múltiples capas. “Retomo a una Caperucita
diferente, no es la niña inocente que seduce al lobo, muestro lo que pasa
después donde su vientre se convierte en una granada, en una nueva Perséfone.
El lobo ahora es más espiritual, se ha vuelto azul”.
Alarcón reescribe el mito de Perséfone,
secuestrada en el averno por Hades, quien la retiene en el inframundo porque se
come semillas de granada. Pero la artista la reivindica: la relaciona más con
la naturaleza, es ella quien seduce con la fruta a Hades y entiende los mundos
inferiores como la naturaleza, como la tierra que alimenta, da vida y también
la niega: es un ciclo. Es así que las semillas de granada aparecen en forma de
lentejuela en una pelvis, o pintando los textos: “sí quiero” o “no quiero”.
“Mi obra ha cambiado, no sé si es a causa
de la maternidad. Sí, siguen habiendo imágenes muy violentas, pero creo que
ahora puedo abordarlas de forma más sutil. Sucede que he recuperado lo que
hacía antes y lo he ido complejizando. Se pueden ver más capas”.
La maternidad es sin duda la gran
inspiradora del Libro de la leche. “Ésta es mi serie más visceral de todas, en
ésta no recupero mitos. Es más corporal, pues son las respuestas a un montón de
preguntas, son pequeñas, no hay tantos personajes, no hay tanta carga
conceptual... nació de una necesidad espiritual, humana y ontológica”.
Es así que en numerosas piezas de pequeño
formato, la artista muestra los continuos conflictos internos que despierta la
maternidad: tener al niño todo el tiempo en el rostro, sobre los hombros, en el
pecho; los cambios físicos, el vientre abierto, los senos que dan la leche y
vinculan a un cuerpo con el otro.
La maternidad ha afectado a la artista, a
la mirada de Alejandra Alarcón sobre sí misma. “La primera cosa: te vuelves más
eficiente. Yo pensaba que iba a dejar de hacer arte, pero al contrario, hay
cierta madurez que te hace ver las cosas de forma diferente y no tan
dicotómicas, sino con más elementos. Aparece este conflicto con tu identidad.
Cuando eres madre te encuentras con situaciones muy fuertes, algún momento
parece que te puedes quejar, pero nunca te quejas, porque no te cambias por
nadie. Pero el cambio sí es drástico en las extrañas la que eras antes no
vuelve nunca más. Es muy drástico. Los dos primeros años, el bebé está pegado a
tu cuerpo, estás muy unida a otro. Tienes que dar leche cada tres horas, día y
noche. Y lo haces con todo el amor del mundo, pero sin duda te cambia”.
Estos dos libros son parte de una trilogía
que se ha logrado gracias a que Alarcón ganó la beca del Sistema Nacional de
Creadores FONCA en Pintura. “Es una beca del Gobierno mexicano en que te pagan
para que tengas tres años de creación libre; no te piden nada más que cumplas
con el proyecto que has presentado.
La muestra de la artista estará abierta al
público hasta el 26 de agosto en el MNA (Comercio casi esq. Yanacocha) gracias
a la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia, en el marco de la
celebración del 52 aniversario del museo.
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